Tuppersex a puro placer

Los gustos son variados: galletitas, masitas, algún que otro comestible salado, té para algunas, mate para la mayoría y muchos juguetitos para elegir. Sentadas en redondo, mujeres de todas las edades se ríen y hablan como si se conocieran de toda la vida, aunque sea la primera vez que se ven. Lo particular de estos encuentros es que compran- como si fueran perfumes, ollas o envases plásticos-, entre otras cosas, vibradores, cremas estimulantes y bombachas comestibles.
Estas singulares reuniones se conocen con el nombre de Tupper Sex y apuntan al comercio de productos orientados al erotismo, la sensualidad y el placer.
Los eventos, de a poco fueron ganando espacio en Argentina, son un gran éxito en los Estados Unidos y varios países de Europa (especialmente las realizadas por el famoso sex shop madrileño Maleta Roja). Su forma de comercialización remite directamente a las clásicas reuniones de tupper: venta directa y personalizada de productos de sex shop en casas particulares, organizada por alguna voluntaria.
En California, por ejemplo, Passion Parties es la empresa pionera del Tuppersex yanqui: con ventas que superan los 20 millones de dólares y cerca de 4 mil vendedoras cautivas, su perfil de consumidora/promotora va desde amas de casa y ex maestras hasta señoras jubiladas. Se entiende: las “chicas Tuppersex” no son mujeres en minifalda sino todo lo contrario: son personas comunes y corrientes que llegan a las reuniones con una sana sonrisa, muy dispuestas a enseñar los secretos de semejante parafernalia sexual. Las sesiones son una combinación de educación sexual, terapia de grupo y presentación comercial, donde las clientas son invitadas a “saborear, tocar y sentir” los juguetitos.
Con menos de un año en el mercado, Sophie Jones es la única empresa que se dedica exclusivamente a esta clase de servicios en la Argentina.

Por Patricia Tobares

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